lunes, 14 de noviembre de 2011

A Night at the Opera

Ayer fui a la ópera. La Flauta Mágica de Mozart. Ya la había visto anteriormente, en Sevilla, mi primera ópera.

Apuesto que de todas las personas que asistieron de público el 50% la habían escuchado con anterioridad, de ese 50%, el 25% sabrían que era de Mozart y de ese 25% solo nos la sabíamos de memoria María, sus padres y Yo.


Público: viejas decrépitas con sus mejores galas, muchos intentos de Sofia's Loren's e incluso hombres en esmoquin, con fajín blanco incluido. Todo para llegar en taxi, que te vean bien vestido, criticar ser criticado y a la música que le den...

Hombre por favor.

Obra: entre la versión que nos dieron (caca de puesta en escena, Tamino "el prota" con camisa hawaiana y gafas de sol, las 3 hadas con falda de cuero, Sarastros como de gurú Indú a lo George Harrison, se salvaba la Reina de la Noche) y la opulencia que lleva la "High Class" asturiana en este tipo de espectáculos, no sabía si robar los aperitivos que había en la barra o pegar un chicle debajo del asiento. (La orquesta era enana).

Yo llevaba mi chapa en mi chaleco.






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